miércoles, 10 de septiembre de 2014

El dolor de ya no ser

La Generación Dorada llegó a su fin con la eliminación en el Mundial de España. Una camada de magistrales deportistas que no sólo regaron de títulos y gloria al deporte argentino sino que ofrecieron su imagen como emblema del trabajo y la dedicación.

Alejandro Mangiaterra


Hasta las mejores historias llegan al final y los finales nunca son felices. Es muy factible que el camino haya sido de plenitud, pero si se termina habrá una mueca triste. Esta Generación Dorada debería ser eterna, por los logros, por el compromiso, por el ejemplo y por el legado, pero se van.

En el marco del Mundial de Básquet que se desarrolla en España, la Selección Argentina de básquet se despidió para dar inicio al mito. El equipo de Rubén Magnano, vaya paradoja, acabó con el dominio albiceleste, conducido por Julio Lamas, en el clásico sudamericano. El resultado favorable a los cariocas marcó el final de la generación más brillante de la historia del deporte argentino.


Los primeros indicios de que la mejor etapa de la historia del básquet estaba llegando a su fin fueron las ausencias de algunos de sus más brillantes exponentes como Emanuel Ginóbili y Carlos Delfino.

Las bajas por lesiones configuraron un panorama mucho menos alentador que el que podía preverse para que la despedida tan notable conglomerado de jugadores tuviera todos los condimentos y, sobretodo, a todos sus protagonistas dentro de la cancha.

Antes, el retiro de Rubén Wolkowyski, Hugo Sconochini, Alejandro Montecchia, Fabricio Oberto, y Pepe Sánchez forzaron el primer recambio generacional de este equipo que tuvo su bautismo de fuego en Indianápolis, durante el Mundial de 2002.

Así como los Campeones del Mundo del 50 fueron reconocidos, aunque tardíamente, y hoy forman parte del bronce, esta camada de maravillosos basquetbolistas, hijos de la Liga Nacional ideada por Najnudel, le contarán a su descendencia que consiguieron lo que no figuraba ni en los más auspiciosos y alocados sueños.

Se enciende el fuego sagrado

Este grupo de atletas comenzó su camino con el título Sudamericano en Chile 2001 y en el Torneo de las Américas realizado el mismo año en Neuquén. Esas coronas le permitieron acceder al mundial que se desarrolló en Estados Unidos en 2002, donde como siempre, los locales eran los máximos favoritos.

Argentina se impuso ante Nueva Zelanda, Rusia, Venezuela, Brasil y la poderosa Alemania. Pero el mojón más importante de la historia se daría el 5 de septiembre de 2002. El elenco que conducía Rubén Magnano debía enfrentar al Dream Team, un equipo invencible compuesto por doce basquetbolistas estrellas de la NBA, entre ellos: Reggie Miller, Paul Pierce, Ben Wallace, Jermaine O’Neal y Michael Finley.

Ese día el título del diario deportivo Olé tituló: “NBA, Nos Bailó Argentina”. La incipiente Generación Dorada jugó el mejor partido de la historia. Ganó 87 a 80 pero llegó a sacarle 20 puntos de ventaja, mientras el mundo miraba asombrado la primera derrota de toda la historia de un plantel íntegro de jugadores NBA.

Al llegar al hotel en el que convivían todas las delegaciones protagonistas del torneo, los colegas de los doce gladiadores salieron de sus habitaciones y se colgaron de los balcones para recibir con aplausos a los primeros en vencer a Goliat.

La final la perdieron ante Yugoslavia en tiempo suplementario y tras dos pitazos arbitrales en contra que pudo haber cambiado aquel resultado. Pero no cambiaría la historia.

Coronados de gloria

Grecia celebraba en 2004 la fiesta que el comité le debía por haber superado el centenario del primer Juego Olimpico de la Era Moderna, en tierra ateniense, en 1896. La Selección Argentina volvería a hacer historia. Aquella palomita de Ginobili para ganar por uno sobre la cicharra y dejar en el camino a los locales sería el preludio para otra hazaña.

Ahora enfrente estaba un tal Tim Duncan, acompañado por Stoudemire, Allan Iverson y Lebron James. La semifinal volvería a ser albiceleste. Esta vez por 89 a 81. Después de tanto sufrir ante Grecia y tanto pelear ante los NBA, la final ante Italia resultó casi un trámite. Así llegó el primer oro olímpico para el deporte argentino.

Luego, el seleccionado alcanzó el cuarto puesto en el Mundial de Japón 2006. Como les pareció poco volvieron a subirse al podio en otro juego Olimpico: se vistieron de bronce en Beijing 2008, donde USA se tomó revancha. Pero el “Alma Argentina” se levantó y venció a Lituania para conseguir el meritorio tercer lugar. Más tarde, serían quintos en el último Mundial de Turquía en 2010.

En 15 años, esta notable generación jugó 27 torneos oficiales, donde se clasificó a 23 semifinales, se subió 20 veces al podio y en 7 ocasiones fue campeón.

Pisaron la luna

Cuando todo era un sueño, cuando la presencia de argentinos en la NBA era irrisoria, esta camada se encargó también de saltar ese umbral. El primero en asomarse a tierras desconocidas fue el Loco Montenegro pero su presencia, en tiempos de desprecio norteamericano hacia los extranjeros, duró poco.

Sin embargo, la apertura hacia nuevos mercados y el talento de este conglomerado de basquetbolistas hizo que Argentina llegara a tener seis jugadores en la elite, en el cielo de los héroes con la naranja en la mano.

Pasaron décadas desde ese primer mojón hasta que apareció Pepe Sánchez. El Bahiense, formado en la Universidad de Temple, jugó en los Philadelphia 76ers, Atlanta Hawks y Detroit Pistons. Más tarde, Ruben Wolkowyski hizo su experiencia. Chapu Nocioni se puso la camiseta de un tal Michael Jordan para atacar con los Bulls de Chicago. Fabricio Oberto se puso la de los Spurs y se dio el lujo de ponerse el anillo de campeón; mientras Luis Scola aun pasea su magia por el primer mundo del básquet. Sin embargo, como él no habrá ninguno: el ícono máximo de toda está camada de jugadores es Emanuel Ginóbili.

¡Maradó Maradó!

El bahiense escuchó por primera vez ese cántico en Indianapolis, la cuna de toda esta generación. Allí comienza su camino hasta transformarse en el mejor exponente de la historia del básquet argentino. Su talento, su capacidad estratégica y su empeño lo llevaron a ganar cuatro anillos de la NBA y no como actor de reparto sino como verdadero protagonista. Además consiguió un subcampeonato. Obtuvo seis títulos con la selección argentina y cuatro coronas jugando en el básquet europeo.

El conductor cerró el círculo

Ruben Magnano, que inició el camino de la Generación Dorada en 2002 con aquel mágico triunfo ante el Dream Team, tuvo la llave de cierre para toda esta camada. Aunque esta vez en el banco contrario, dirigiendo a Brasil, como una mueca irónica del destino.

Las huellas de la Generación


Este grupo de basquetbolistas le dio a Argentina las páginas más gloriosas del deporte. Sin embargo, su legado va más allá de los resultados. Sus valores como grupo, su tenacidad y su compromiso fuera del campo sirven como ejemplo para las generaciones venideras. Incluso más, cuando notaron que las estructuras del básquet se resquebrajaban por los desmanejos financieros no dudaron en usar su fuerza de grupo para cargarse a una dirigencia corrupta y arcaica.

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