Mario Kempes y Abel Balbo están lejos de
Rosario pero el pasado los vincula con los tiempos en que ellos inflaban las
redes y las gargantas de sus hinchas. En diálogo con Cruz del Sur, dos de los
grandes futbolistas de Central y Newell’s palpitan el clásico que se viene y
analizan a los equipos de Coudet y Bernardi.
@AleMangiaterra
| Cruz del Sur
Uno transita a diario por los pasillos de
las grandes cadenas de comunicación relacionadas al deporte; el otro casi no
tiene presencia mediática. Ninguno de los dos ostenta un alto perfil pero el
pasado frondoso de ambos dentro del campo los vincula. No es el único lazo de
unión: los dos están fuera de la Argentina, lejos de Rosario, pero la sienten
cerca.
Mario Alberto Kempes debutó en Central en
1974. Fue subcampeón del Metro y del Nacional de ese mismo año. Fue el goleador
del campeonato con 25 goles en 25 partidos. En el Torneo Metropolitano de 1975
fue goleador de su equipo con 25 gritos en 28 encuentros. Durante el campeonato
marcó 4 veces 4 goles en un mismo partido. En 1995, con más de 40 años,
participó en un clásico rosarino amistoso, que el Canalla ganó 1 a 0 con gol
suyo. Si le faltaba algo para vestirse de héroe, eso lo consagró.
—¿Cuáles son sus vínculos actuales con
Rosario y con Central?
—La distancia limita un poco la frecuencia
con los amigos pero cada fin de semana me siento delante de la pantalla para
ver los partidos y si no se puede por obligaciones laborales lo pongo a grabar
para ver a Central cuando el tiempo lo permite. Me gusta este Central, distinto
a otros “Centrales”, porque este equipo propone, no como ocurría en otros
torneos. Entonces uno se sienta con ganas de ver que hace el equipo fecha tras
fecha.
—¿Qué le gusta del equipo de Coudet?
—Dicen que cada equipo se parece a su
conductor, es un reflejo de quien lo dirige. Y el Chacho les imprimió esa
fuerza y esa motivación que lo caracterizaron como jugador, más la inteligencia
para leer los partidos y hacerse amigo del manejo de la pelota. Me parece que
es un equipo difícil para hacerle goles porque está bien armando y muy
criterioso cuando ataca, aunque no siempre le salga lo que intente.
—¿Se imaginó que su vida estuviera tan
ligada a Rosario habiendo nacido en la provincia de Córdoba?
—La verdad que no, pero mis vínculos con
Rosario vienen desde chico. Yo debuté jugando para Instituto en el año ´73 en
un Campeonato Nacional ante Newell’s. Pero muchos antes que eso, antes de que
yo fuera a Instituto, mientras vivía en Bell Ville, Newell’s iba siempre a mi
pueblo a hacer la pretemporada y yo jugaba contra ellos siendo muy chico porque
siempre faltaba alguno para completar el equipo rival.
—Entonces no sólo su inicio en Primera se
dio ante la lepra sino que también el final de su estadía en Central y de su
carrera?
—Claro, casualmente el último partido que
juego con Central en el año ‘76 antes de ir a River lo hago contra Newell’s en
el clásico y después en el ‘95 me invitaron a aquel partido amistoso en el
Parque Independencia que ganamos con gol mío, pero que se suspendió a los
cuarenta y cinco minutos por incidentes. Yo ya estaba retirado, tenía más de 40
años pero podríamos tomarlo como mi último partido importante. Lo lamentable
fue lo de los incidentes, pero –poniéndole un poco de humor – menos mal que
sólo tuve que jugar un tiempo porque no se cómo hubiera terminado.
—En el medio de estos clásicos, está el
Gigante de Arroyito como escenario de su página más gloriosa con la selección.
¿Lo pensó alguna vez como amuleto de la suerte al estadio de Central?
—Sí, claro que podemos tomarlo como
amuleto. En el Mundial ’78 no venía
jugando un gran torneo. Nuestra llegada a Rosario hizo que las cosas cambiaran
mucho para mí; empecé a marcar goles a levantar el nivel, hice los dos con
Polonia, después jugamos el clásico con Brasil y por último el famoso partido
con Perú. Es probable que el conocimiento de la cancha y del ambiente me
ayudara a sentirme mejor de lo que me había sentido en Buenos Aires. Era local
ahí. El loco Killer y yo éramos locales en Rosario.
—¿Qué significa hacer un gol en un clásico?
—Es diferente a todo. Uno sabe desde que
arranca el año que esos dos partidos son los que tiene mayor obligación de
ganarlo. Es probable que si perdés cualquiera de los otros no te cambie
demasiado el día a día, pero con el clásico es distinto. Primero jugar el
clásico ya es una bendición, mucho más si te toca ser protagonista y hacer
goles.
—¿Qué particularidad podría mencionar del
clásico rosarino, usted que jugó el River – Boca con Maradona enfrente y el
Argentina – Brasil en un Mundial?
—Yo podría decirte que es el clásico más
importante del interior, pero estoy tentado a decirte que es el más importante
de la Argentina. Claro que el Boca-River es el que se lleva la atención
mediática porque importa en todo el país, pero el clásico rosarino es muy
especial, la mayor rivalidad entre dos clubes se ve ahí en Rosario, en los
otros clásicos está un poco más esparcida esa pasión.
—¿Le quedó alguna cuenta pendiente en
Central?
—Si quedó alguna cuenta pendiente espero
que no me venga con intereses porque con la cantidad de años que han pasado
tendría que pagar una fortuna (entre risas). No, la verdad es que siempre me
han tratado muy bien y uno ha dado todo lo tenía para ayudar al equipo y darle
alegría a la gente. No tengo más que palabras de agradecimiento para con la
gente de Central.
Abel Eduardo Balbo debutó en la Primera
Newell’s en 1987, con apenas 20 años. Su estadía con el primer equipo fue fugaz
gracias a sus condiciones, porque el mercado europeo se lo llevó –previo paso
por River – cuando en el futbol del viejo continente los extranjeros eran la
excepción y no la regla, como ocurre por estos días.
Jugó apenas 23 partidos con la rojinegra
pero a pesar del corto periodo fue campeón del torneo 87/88 de la mano del
Piojo Yudica. Las principales figuras de aquel equipo eran: Scoponi, Basualdo,
Theiler, Pautasso, Sensini, Rossi, Llop, Martino, Alfaro, Ramos, Almirón, Abel
Balbo, Dezotti, todos surgidos de la cantera rojinegra.
Estos jugadores surgidos del semillero de
Newell’s, tuvieron tres exponentes catapultados al mundo: Sensini, Dezoti y
Abel Balbo.
—Usted no es un hombre que suele aparecer
muy seguido en los medios, menos en los rosarinos, cómo es su vínculo actual
con Newell’s?
—Sigo habitualmente el futbol argentino a
pesar de que los horarios a veces no ayudan y con especial atención la campaña
de Newell’s, no sólo en este campeonato sino desde siempre. Trato de estar
siempre cerca, de los afectos, de los amigos, de lo que nos mantiene en
contacto con nuestra casa. El vínculo es siempre grande y fuerte. Yo tuve la
suerte de formarme en las inferiores del club, de llegar a Primera, de salir
campeón –cosa que le pasa a muy pocos futbolistas –. Así que sentimentalmente
siempre estaré ligado y agradecido por darme la posibilidad de formarme como
profesional y como hombre. Tengo muchos ex compañeros que hoy están trabajando
en el club, obviamente se hace difícil hablar cotidianamente con ellos pero
cuando lo hacemos es un encuentro lleno de afecto.
—¿Como analiza el momento que vive Newell’s
y su técnico, envueltos en esta necesidad de ganar el clásico y presionados por
la demanda de la gente?
—Sí, digamos que está en una situación
particular. No es la mejor situación para afrontar un clásico porque el estado
anímico no es el mejor, porque viene de perder el anterior, porque tiene que
resolver algunos problemas como equipo y otros que le caen desde afuera. Pero
el clásico es distinto por eso, porque es el partido que te puede cambiar toda
una serie de situaciones adversas o beneficiosas, de acuerdo a como salgas
parado.
—Usted fue uno de los fundadores de la gran
legión de futbolistas de Newell’s que hicieron carrera en el mundo. ¿Lo siente
así?
—Bueno, creo que tuve la suerte de
pertenecer a una camada y a un períodode oro de Newell’s y de la formación de
futbolistas en el club. Era una máquina de sacar futbolistas de primer nivel,
entonces la institución se podía dar el lujo de vender a un jugador recientemente
promocionado a Primera, con condiciones –no lo niego –, porque atrás había otro
de la misma jerarquía y detrás otro esperaba su turno. Fue una época dorada.
Además, la vivimos con mucho orgullo porque el campeonato que logramos en el
87/88 fue extraordinario, no sólo por lo que significó sino por el modo en el
que fue conseguido: todos los jugadores y todo el cuerpo técnico nacidos en el
club. Algo histórico y único.
—¿Cómo analiza la situación de los pibes a
los que hoy les toca debutar en este contexto y de las críticas sobre la
carencia de jugadores de inferiores en algunos puestos?
—Es muy difícil hablar desde afuera y sin
conocer lo que ocurre con profundidad. Además, sería ingrato de mi parte
hacerlo de ese modo. Me parece que los contextos son distintos. Es cierto que
nosotros nos fuimos rápidamente, pero antes no se vendían tantos jugadores como
ahora y los tiempos de formación de los futbolistas eran otros. En aquel
plantel había jugadores de gran experiencia que ayudaban a los más chicos a
entrar rápidamente en el circuito de juego que tenía aquel equipo. Ese contexto
también es diferente al de hoy. Los apuros son mayores.
—¿Qué recuerdos tiene de los dos clásicos
que jugó en esa temporada?
—Recuerdo obviamente con más cariño el
segundo, aquel que ganamos con gol de Dezzoti en el Coloso (entre risas). El
primero no fue tan lindo por lo que implica perder un clásico en una ciudad tan
futbolera. Ese año salía todo bien, entonces a pesar de haber perdido el primer
partido en Central, nos recuperamos enseguida y ganábamos todo lo que
jugábamos. Esa es otra diferencia respecto de lo que pasa ahora. Lo que está
complicando a Newell’s es que tampoco pudo recuperarse en los partidos
posteriores al clásico, algunos accesibles. Y me parece que este es un plantel
de jerarquía que podría haber revertido esa situación.
—¿Cómo vive a la distancia los climas que
se viven previo al clásico, eran diferentes a los que le tocó como jugador?
—Eran un poco más tranquilos, no los
vivíamos con tantas dificultades previas. Aunque recuerdo el del año ’88, yo ya
no estaba, se suspendió un clásico por incidentes. Pero me parece que esa una
situación que excede al clásico en sí mismo, tiene que ver con el modo en que
vivimos.
—Usted también ha vivido otros clásicos, el
River-Boca y el clásico de Roma-Lazio, ¿Qué características especiales tiene el
clásico rosarino?
—El clásico de Roma tiene algunas
similitudes con el rosarino, en el sentido de que son dos clubes que conviven
diariamente en la misma ciudad. Y las diferencias son parecidas. Desde el
primer día del campeonato hasta el último se piensa en ese partido. Bueno,
nosotros somos hijos de italianos y lo vivimos con esa misma pasión y ese
fervor que vivimos en Rosario.
—¿Cuál de ellos es el más pasional?
—Particularmente, sentí con mayor fervor el
clásico de Rosario. Es cierto que el River-Boca abarca a todo el país, a mí me
tocó jugar un clásico para River y otro para Boca pero yo no era hincha de
ninguno de los dos. Pero el de Rosario, probablemente por mi situación
personal, me resultó diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario