El jueves 17 a las 18.30 en APUR (Córdoba
2965), Ezequiel Fernández Moores presenta la biografía de Oscar Bonavena. “Díganme
Ringo”, la historia sobre uno de los personajes más carismáticos del deporte
argentino, un precursor del “show business”.
Alejandro
Mangiaterra | Cruz
del Sur
Se cumplen cuarenta y cinco años de un
hecho inolvidable para el deporte argentino, que desmiente aquella idea de que
sólo se recuerda a los ganadores. Aunque bien sabemos que la derrota de Ringo
Bonavena contra Muhammad Ali no fue derrota. También se cumplen, en pocos
meses, cuarenta años de su violenta e inesperada muerte, que dio origen al
mito. La que potenció el mito. El jueves 17 de diciembre en Rosario se
presentará en Rosario “Díganme Ringo”, el libro que revela la historia del
personaje y que ofrece las respuestas que aún quedan flotando sobre el
asesinato del boxeador argentino que desafió al establishmen del boxeo mundial
y puso en jaque sus estructuras. Su autor, el prestigioso periodista Ezequiel
Fernández Moores, charlará en Apur con los colegas, amigos y con los
aficionados al boxeo y al deporte. Pero antes, habló con Cruz del Sur.
“Ringo no fue campeón mundial, su estilo
carecía de sutilezas, perdió sus peleas más recordadas y, muchas veces, fue más hábil con la lengua que con los
puños. Sin embargo, su nombre tiene una estatura mítica que acaso ninguno de
los grandes campeones mundiales del boxeo argentino alcanza a igualar, tanto
por su vida extravagante como por su violenta muerte en los días de plomo de 1976”,
reza la invitación a la lectura de la historia de Bonavena, por los ribetes
míticos de su vida pero también por la pluma de quien la cuenta.
“Boxeador, cantante, modelo, showman,
personaje y comparsa del jet-set, Bonavena fue ante todo un producto inventado por sí mismo. Un
emergente de aquella borrascosa década del sesenta, cuando todo parecía
posible, en nuestro país y en el mundo. Díganme Ringo recorre la vida de Bonavena desde su infancia humilde
en Parque Patricios a la noche en que le ganó el título argentino a Goyo Peralta en el Luna
Park con récord de público. Desde los 92 puntos de rating que tuvo su pelea con
Muhammad Ali a sus simpatías y antipatías políticas. Desde
su entorno familiar a la noche en que un
balazo le perforó el pecho en un burdel de Nevada. El peso pesado de pies
planos que irritó y fascinó por igual a las masas con sus triunfos deportivos,
sus declaraciones extraboxísticas y su voz aflautada cantando el Pío Pío”, así describe
al héroe de barro el autor de notable prosa.
—¿Qué es lo que motivó el libro
inicialmente?
—Hay que retroceder bastante, hasta el año
1989. Las editoriales Planeta y Sudamericana habían decidido reconstruir, en
una colección, la historia de personajes muertos de la Argentina, no del
deporte, en general. Me convocaron para eso y me pusieron sobre la mesa un
montón de figuras: había como quince futbolistas, artistas, de todo; en el
medio estaba Bonavena, solitario. Y ahí me tiré de cabeza sobre Ringo y dije “éste
es mi personaje”.
—¿Por qué tan decidido?
—Hay varios motivos. Yo tenía un recuerdo
muy caro a mi infancia: miraba sus peleas en casa junto a mis hermanos, fue
parte de esos momentos que uno recuerda siempre. Cuando te digo que Ringo formó
parte de mi infancia –advierte –no me refiero estrictamente a su rol de
boxeador sino por lo que él hacía fuera del ring: presentaciones en la
televisión con Pipo Mancera, era el rey de la noche porteña, el fanfarrón. Hace
poco leí algo que escribió Martín Becerra; él decía que Ringo fue un mediático
antes de que se inventara esa palabra. Yo coincido con su visión. Bonavena
tenía un manejo extraordinario de los medios. Él sabía que tenía que vender sus
peleas, no había sponsor que le dijera que debía decir y que no, no había
conciencia del marketing como el que tenemos hoy, pero él sabía que tenía que
venderse. Por otro lado, la invitación a escribir sobre él, era para mí una
forma de ingresar al mundo del boxeo desde otro lugar. Hacía como diez años ya
que era periodista y yo tenía una mirada crítica sobre el boxeo. Entonces esto
me proponía una mirada distinta, incluso fui al Borda, hablé con neurólogos y
mucho más para eso.
—Usted dijo que él sabía que tenía que
vender las peleas, ¿era algo intuitivo o lo aprendió?
—Por un lado puede que sea algo intuitivo
pero yo no lo reduciría solo a eso, recordemos que Ringo viajó a Estados Unidos
en el año ‘64, después de que le quitaran la corona porque en el Panamericano
de San Pablo le mordió la tetilla a un rival. Allá, descubrió el fenómeno de
Muhammad Ali. Él descubre al gran bocón y ve como el gran bocón vendía sus
peleas y adquiere algunas de esas actitudes. Ali escribía poemas sobre sus
peleas, las promocionaba insultando a los rivales, provocándolos, diciéndole
cosas horribles. Y Ringo descubre que eso enganchaba, por eso uno entendió
después que era un personaje amado pero también odiado. Estas actitudes que él
toma de Alí no le eran ajenas, era un porteño bien típico y ya era fanfarrón,
así que no le costó mucho.
—¿Podemos decir que el alumno superó al
maestro?
—Sí, Ringo en aquella previa a la pelea con
Ali le ganó claramente el duelo verbal, casi lo deja sin palabras al rey de la
palabra.
—¿Qué hay de cierto y cuánto de mito en que
Alí fue a buscar a Bonavena al hotel cansado de las chicanas para pelearlo?
—Es difícil separar el mito de lo que suponemos
pudo haber sido la verdad, en toda su vida, no solo en este caso particular. A
mí me ha pasado al entrevistar a gente, y luego al intentar chequear alguno de
los relatos, que las historias no me cerraban por ningún lado. Y no es que la
gente me mintiera deliberadamente, es que se habían subido al mito, ya formaban
parte de la historia. Y hasta es ridículo querer desmentir todas las cuestiones
que se fueron gestando alrededor suyo… no estamos hablando de un asesino
serial, estamos hablando de un deportista que trascendió a su actividad. Por
ejemplo, en la misma previa a la pelea con Alí hay una historia que lo pinta de
cuerpo entero: él vuelve de correr totalmente mojado, empapado. Entonces lo ven
algunos periodistas que estaban apostados en cercanías de la casa donde se
alojaba y le preguntaron porque había vuelto así. Entonces el hermano empezó a
hacerse el misterioso y dejó trascender que se había tirado al lago a salvar a
un pibe que se estaba ahogando. Y todos lo creen y lo cuentan así. Pero
reconstruyendo esos días, después supimos que era todo mentira. Se le ocurrió
decir eso y listo, él era así.
—¿Cuánto tiempo y trabajo llevó escribir el
libro y reconstruir esa historia llena de mitos?
—Lo escribí en varias etapas pero fueron
aproximadamente dos años. Al final esa colección que habían intentado las
editoriales no prosperó como tal, porque vieron que tenían entre manos un libro
en sí mismo con la historia de Ringo. Trabajamos del ‘89 al ‘91 y finalmente el
libro se editó en el ‘92 por primera vez. Pero en el medio fui haciendo otras
cosas porque esto se gestó sorpresivamente. Lo que era un libro inicialmente de
cien páginas terminó siendo de trescientas páginas.
—¿Por qué el título del libro es “Díganme
Ringo”, qué historia hay detrás del nombre y de ese imperativo?
—El apodo de Bonavena tiene que ver con una
cuestión promocional. Ringo pedía que lo llamaran así. El primer manager que
tuvo en Estados Unidos no sabía que apodo ponerle y aprovechó la cargada de
unos chicos que al verlo con flequillo empezaron a llamarlo “Ringo” porque los Beatles estaban grabando un
comercial ahí en la ciudad en la que se encontraban.
—¿Por qué lo edita de manera independiente?
—Porque me di cuenta que Ringo seguía
siendo un personaje muy popular. Hoy ves una telenovela y el boxeador se llama
Ringo, los grupos de música cuando quieren homenajear al deporte lo nombran a
él y no a Monzón, por ejemplo, o a otros. Entonces me di cuenta que el recuerdo
estaba siempre latente. Escuche de grupos metaleros que le dedican canciones,
el Aguante Bonavena de Almafuerte es el más conocido pero no es el único. Y por
otra parte, porque sobre él no había material de consulta, incluso me pedían el
libro algunos profesores y me cansé de fotocopiarles la primera edición, que
por cierto no se consigue.
—¿Qué cuenta este libro que no se sabe de
la vida de Ringo, un hombre que expuso mucho su vida mediáticamente?
—La idea era contar este fenómeno social
que produce Ringo, sin ninguna pretensión sociológica ni nada. Intentar
contarlo a través de historias. Y después quisimos narrar el trágico final, qué
pasó para que un porteño tan vivo, tan ganador, tuviera un final tan duro. Qué
pasó con ese ocaso, intento un recorrido sobre ese ocaso.
—¿Y le encontró explicación a su muerte?
—En su final hay algo del ocaso de los
ídolos, algo que les suele suceder a las grandes estrellas no sólo al
deportista, a veces a los artistas les pasa algo similar. Viven un periodo de
cierta desesperación porque sienten que se acaba el reconocimiento, que se
apagan las luces. Entonces pierden perspectiva y hacen macanas que serían
imposibles de imaginarse con mucho mundo, con mucho recorrido y que las
vivieron todas.
—Bonavena forma parte de la mitología de
personajes del deporte, ¿Qué detalle, que elemento, hemos dejado pasar o no
hemos visto de Ringo como deportista obnubilados por el personaje?
—No descubro nada al decir que era un tipo
muy bravo. Creo que eso explica algo del fenómeno. No era solo un fanfarrón,
era un tipo que arriba del ring también respondía. Si sólo hubiera sido un bocón
hubiese durado cinco minutos. Pero no sólo hace falta valentía para hacer eso
hay que tener cierto bagaje y él por supuesto lo tenía.
El sainete de la AFA
Ezequiel Fernández Moores es autor de unas
magistrales columnas que publica semanalmente el diario La Nación, en su
versión deportiva. Allí ensaya y ofrece conceptos que vale la pena rescatar. Y
en esa condición de hombre lúcido del periodismo, Cruz del Sur lo consultó
sobre el particular momento que atraviesa la Asociación del Fútbol Argentino.
—Por un lado me sorprende pero trato de que
eso no me suceda o me suceda poco. Intento leer la situación más que poner en
juegos sentimientos. Lo que pasa es que, después de 35 años de Grondona,
pretender que se vuelva deliberadamente y sin tropiezos a la discusión
democrática no es tan sencillo, porque falta cultura democrática en esos
dirigentes y porque la situación nos demuestra que Grondona no era el único en
todo caso. No era una rara avis. Ese mundo es muy así. A ese mundo le cuesta
mucho la democracia y le cuesta mucho saber perder. El futbol argentino se ha
caracterizado por eso de que no hay que perder. Está prohibido perder. Y se ve
que no es sólo adentro de la cancha. Es decir, para no perder hacemos una cuenta
en la que 38 a 38 nos da 75
—¿Más allá de quien se quede con el poder
de la AFA, como explica el sainete y las dos posiciones políticas?
—Acá se pone en discusión que es lo nuevo y
que es lo viejo. Si el Grondonismo es Segura estaría bien preguntarnos por qué
Julito Grondona (el hijo de Don Julio) vota a Tinelli. Si el Grondonismo es
Segura porque Burzaco, hoy preso en Estados Unidos, socio de Tinelli lo quiso
meter a manejar el Futbol Para Todos y si estuviera libre estaría haciendo
lobby por Tinelli. No quiero decir que uno sea mejor que el otro, lo que
intento decir es que en los juegos de poder está todo muy mezclado. Digo todo
esto para salir de la simplificación de que uno es malo y el otro es bueno, es
más complejo que eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario