La historia de Victoria Mori, la chica de
San Lorenzo, que asombra al mundo de la natación de agua helada, acaba de
consagrarse como la mejor del planeta en 200 y 450 metros en Siberia, Rusia, a
once grados bajo cero.
Alejandro
Mangiaterra
Una chica de veintidós años disfruta de la
calefacción central de un coqueto hotel de Moscú, que hoy sirve de refugio para
sus últimas horas de vacaciones. Está a trece mil quinientos kilómetros de su
casa, pero veinticuatro horas antes de este plácido momento turístico estuvo
unos dos mil kilómetros más lejos, en medio de Siberia, sumergida en Siberia.
Literalmente, nadando en el rio Turá con el agua a cero grado y una temperatura
ambiente de once bajo cero. No se trata de una promesa ni de un rito religioso,
habituales por estos días en Europa del Este, en donde los creyentes se bañan
tres veces seguidas en los ríos gélidos que amueblan su geografía. Ella nació
en San Lorenzo, a pocos metros del Río Paraná, sin vínculos aparentes con el
frío siberiano. Sin embargo, acaba de convertirse en la nueva campeona del
mundo de la natación de invierno.