Julián Bricco es periodista, relator de
fútbol, y reconocido en todo el país por ser la voz de los partidos de fútbol
de TyC Sports. En ese rol, acaba de narrar la clasificación milagrosa de la selección
Sub 20 al Mundial y la frustración de la Sub 17 por no conseguir lo mismo. Armó
un programa de radio -“La pelota no se Pincha”- donde el humor tiene más peso
que el fútbol y hasta se dio el gusto de llevarlo al teatro. Bricco confiesa
que su cable a tierra son la docencia y los vinos pero la mayor parte del
tiempo se la pasa en el aire: en la radio, en la televisión y en los vuelos de
avión que le exige su oficio. Desde una mesa del bar El Cairo habla apasionado,
directo y frontal sobre los problemas que atraviesa el fútbol nacional. Pero la
nostalgia le gana cuando habla de su viejo y de la ciudad en la que vive y a la
que nunca quiso dejar.
—¿Cuál fue tu primer vínculo con el
periodismo y a quiénes admirabas?
—Cuando yo era chico escuchaba todas las
transmisiones de radio y yo jugaba a hacer eso. Radio Rivadavia era una
maravilla. Después apareció Víctor Hugo Morales y no había otra que seguir a
ese tipo porque era impresionante. También escuchaba todas las transmisiones
locales; Pablo Zaro me hacía reír mucho, era extremadamente veloz en el relato
y muy gracioso. El tipo le sacaba este dramatismo que hoy vivimos y yo, sin
quererlo, quise mantener eso. Porque la gente no se divierte, ve los partidos y
los sufre. Al fin y al cabo, gano o pierda tu equipo, al otro día, tenés que ir
a trabajar igual, tenés que pagar los impuestos. El fútbol no le cambia la vida
a nadie. Lo que a mí y a mi familia le cambió la vida fue el tipo que me salvó
cuando yo tenía tres años después de que me dieran convulsiones en plena calle.
Y si ese médico, al que no conozco y al que le agradeceré toda la vida, no
pasaba por ahí, no había nada más. Eso te cambia la vida, no si Newell's o
Central ganaron ese fin de semana.
—¿En
tu programa de radio hacés una especie de caricatura de todo eso?
—Sí,
la verdad es que se fueron dando algunas cosas sin pensarlo, pero creo que
"La Pelota no se Pincha" representa aquella idea de desdramatizar y
de ponerle humor al fútbol que a mí me gustaba de Zaro. El ambiente del fútbol
rosarino es muy hostil y muy violento. Yo me crié en una ciudad que no era
ésta. Hoy mis amigos se calientan por lo que se escribe en un chat telefónico.
No te podés calentar por eso. Si la gente entendiera que un partido no te
cambia la vida, que un periodista o relator no tiene incidencia en lo que pase
adentro de la cancha, todos viviríamos mejor. También es culpa nuestra, porque
los periodistas nos creímos que somos artistas, y no somos importantes.
—¿Qué relación tenía tu familia con el
deporte?
— Mi
viejo era muy futbolero y me contagió eso. Vivió en Sarandí con Delfo Cabrera,
que ganó la medalla de oro en la maratón de los juegos Olímpicos de Londres
1948, así que al deporte lo vivía de cerca. Lástima que se me fue muy pronto.
Él había nacido en Díaz, un pueblo cerca de Rosario. Se fue de la casa a los 17
años con la idea de conocer el mundo. Se embarcó y partió. Se casó de grande, a
los 42 años, porque mi vieja le dijo "hasta acá llegaste". Volvió a
Rosario para casarse con mi vieja, a
quien no le gustaba nada vivir en Buenos Aires. Él era un colorado de ojos
celestes, está claro que yo salí al sodero. Mi vieja era de familia de músicos
y bohemios. Mi viejo era un tipo de izquierda y mi vieja peronista. Así que yo
salí un peronista de izquierda.
—¿Estuviste relatando a las selecciones Sub
17 y Sub 20. ¿Qué evaluación hacés del desempeño que tuvieron?
—Siento que tengo que ser prudente con los
chicos porque no tienen nada que ver. Ellos son responsables pero no culpables.
Su responsabilidad pasa por no involucrarse en conocer a los rivales, por estar
prendidos al celular o mirando Netflix en vez de empaparse con partidos de
fútbol. Pero la culpa es de los tipos que no les permitieron tener una
organización más adecuada, que no le eligieron al técnico con el tiempo suficiente
para que se pudiera trabajar. Hay un descontrol total en AFA, no hay
estructura. Yo creía que habíamos tocado fondo pero en Argentina nunca sabemos
cuál es el fondo. El argentino tiene una gran capacidad para destrozar todo lo
que está bien. Central quería ascender en un año, cuando el club era un caos.
El caso de Newell's es igual: Mirá que era difícil destruir por completo las
inferiores de Newell's que había armado Jorge Griffa, y sin embargo las
hicieron mierda. Somos así: Pekerman labura bien, y lo mandamos a Colombia para
que no vuelva. En definitiva, si alguien quiere hacer mierda algo, llamen a un
argentino.
—¿Y por qué creés que llegamos a esto?
—Porque le damos importancia a lo que no lo
tiene, porque tenemos los valores trastocados. Cómo es posible que el ministro
de Trabajo atienda antes, y con urgencia, a los gremialistas del fútbol y no
atienda a los docentes. Por eso nos va como nos va.
—¿Cómo hacés para comunicar, desde tu
lugar, que el fútbol no es tan dramático ni tan importante?
—Encontré en “La Pelota no se Pincha” un
lugar para desacralizarlo. Nosotros hacemos humor pero las formas también bajan
línea. Capusotto baja más línea que cualquier señor formal con traje detrás de
un escritorio. Además, los propios dirigentes del fútbol son los que nos
muestran todos los días que no son serios; por qué lo seríamos nosotros.
Entonces no me interesa hablar con ellos. Y en vez de hacer una tira deportiva
-que me tienen cansado- decidimos hacer este programa. Nos costó una eternidad
instalar que había que reírse con Newell's y con Central. Los hinchas rosarinos
son fundamentalistas. Hace mucho tiempo me volvía loco por transmitir un
clásico rosarino, y ahora no quiero. No tengo ganas de que me agredan
gratuitamente. No maté a nadie, no agredí a nadie, no le hice mal a nadie.
Entonces por qué me tengo que comer miles de puteadas. Si yo relato un partido,
no decido sobre la vida de los clubes, digo quien tiene la pelota y por donde
corre, nada más. Me hiere mucho que pase eso.
—¿Y
eso contribuyó a que trabajes en Buenos Aires?
—No,
simplemente laburo en Buenos Aires porque me convocaron y porque amo hacer lo
que hago. Nunca me llamaron de una radio de Rosario para relatar acá, por eso
no laburo acá. Y en Torneos me dieron el lugar que siempre desee. Yo vi pasar
el quilombo con la FIFA, con el Fútbol Para Todos, pero yo soy un laburante y
no decido nada de lo que pase o deje de pasar. Hubo un momento en el que la
opinión pública estaba en contra de Torneos y la gente nos acusaba. Los propios
periodistas nos acusaban, sin saber que había gente que pensaba más parecido a
ellos de lo que suponían. La primera transmisión que Futbol Para Todos hizo con
producción de Torneos algunos compañeros nos volvieron locos. Cuando terminó el
partido pedí hablar con el productor de La Corte (la empresa a cargo de FPT),
para decirle que yo pertenecía a Torneos pero que era un laburante igual que
él. Y le dije: "cuando arreglen los generales te pegan un voleo a vos o me
lo pegan a mí, nosotros no decidimos nada". Si por lo menos me hubiera
preguntado, le hubiera dicho que yo coincidía con algunas ideas que sostenía
él. Yo estuve a favor de la ley de medios y se las imprimía a mis compañeros y
le pedía que la leyeran en la empresa. Era una gran oportunidad, no era una ley
K; era una ley pensada por gente que sabía de comunicación y no por
funcionarios. Hubo gente que se puso contenta cuando se incendió el canal.
Había 800 familias que dependían de ese laburo. ¿Vos te pensás que los que
laburamos ahí estamos contentos de tener al FBI adentro por el quilombo de la
FIFA? Yo ni a mi peor enemigo le deseo que se quede sin laburo.
—¿Qué pensás de los medios de Rosario?
—Tenemos un atraso de 50 años. Se hace
siempre lo mismo. Acá también la ley de medios fue menospreciada. Esa ley podía
ponerle fin a algunas cosas con la que lucho desde hace mucho tiempo: que se le
pague bien al periodista, que deje de vender publicidad, que dejen de patear la
calle. Acá no laburan los mejores periodistas sino los que venden más publicidad,
que es algo que no tiene nada que ver con el periodismo. Nuestro problema es
que no estamos colegiados, que no tenemos unidad entre nosotros; de locutor no
labura cualquiera pero de periodista sí.
—¿Y qué le decís a tus alumnos de periodismo?
—Yo
siento que me respetan por decirles siempre la verdad. Una vez Alejandro Fabbri
me dijo "la credibilidad es como la virginidad, se pierde una sola
vez". Trato de formar a tipos para que modifiquen estas estructuras.
Bueno, tan bien no los he formado porque no se ha modificado nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario