miércoles, 8 de marzo de 2017

“El fútbol no le cambia la vida a nadie”






 
Julián Bricco es periodista, relator de fútbol, y reconocido en todo el país por ser la voz de los partidos de fútbol de TyC Sports. En ese rol, acaba de narrar la clasificación milagrosa de la selección Sub 20 al Mundial y la frustración de la Sub 17 por no conseguir lo mismo. Armó un programa de radio -“La pelota no se Pincha”- donde el humor tiene más peso que el fútbol y hasta se dio el gusto de llevarlo al teatro. Bricco confiesa que su cable a tierra son la docencia y los vinos pero la mayor parte del tiempo se la pasa en el aire: en la radio, en la televisión y en los vuelos de avión que le exige su oficio. Desde una mesa del bar El Cairo habla apasionado, directo y frontal sobre los problemas que atraviesa el fútbol nacional. Pero la nostalgia le gana cuando habla de su viejo y de la ciudad en la que vive y a la que nunca quiso dejar.



—¿Cuál fue tu primer vínculo con el periodismo y a quiénes admirabas?



 —Cuando yo era chico escuchaba todas las transmisiones de radio y yo jugaba a hacer eso. Radio Rivadavia era una maravilla. Después apareció Víctor Hugo Morales y no había otra que seguir a ese tipo porque era impresionante. También escuchaba todas las transmisiones locales; Pablo Zaro me hacía reír mucho, era extremadamente veloz en el relato y muy gracioso. El tipo le sacaba este dramatismo que hoy vivimos y yo, sin quererlo, quise mantener eso. Porque la gente no se divierte, ve los partidos y los sufre. Al fin y al cabo, gano o pierda tu equipo, al otro día, tenés que ir a trabajar igual, tenés que pagar los impuestos. El fútbol no le cambia la vida a nadie. Lo que a mí y a mi familia le cambió la vida fue el tipo que me salvó cuando yo tenía tres años después de que me dieran convulsiones en plena calle. Y si ese médico, al que no conozco y al que le agradeceré toda la vida, no pasaba por ahí, no había nada más. Eso te cambia la vida, no si Newell's o Central ganaron ese fin de semana.



 —¿En tu programa de radio hacés una especie de caricatura de todo eso?



 —Sí, la verdad es que se fueron dando algunas cosas sin pensarlo, pero creo que "La Pelota no se Pincha" representa aquella idea de desdramatizar y de ponerle humor al fútbol que a mí me gustaba de Zaro. El ambiente del fútbol rosarino es muy hostil y muy violento. Yo me crié en una ciudad que no era ésta. Hoy mis amigos se calientan por lo que se escribe en un chat telefónico. No te podés calentar por eso. Si la gente entendiera que un partido no te cambia la vida, que un periodista o relator no tiene incidencia en lo que pase adentro de la cancha, todos viviríamos mejor. También es culpa nuestra, porque los periodistas nos creímos que somos artistas, y no somos importantes.



—¿Qué relación tenía tu familia con el deporte?



 — Mi viejo era muy futbolero y me contagió eso. Vivió en Sarandí con Delfo Cabrera, que ganó la medalla de oro en la maratón de los juegos Olímpicos de Londres 1948, así que al deporte lo vivía de cerca. Lástima que se me fue muy pronto. Él había nacido en Díaz, un pueblo cerca de Rosario. Se fue de la casa a los 17 años con la idea de conocer el mundo. Se embarcó y partió. Se casó de grande, a los 42 años, porque mi vieja le dijo "hasta acá llegaste". Volvió a Rosario  para casarse con mi vieja, a quien no le gustaba nada vivir en Buenos Aires. Él era un colorado de ojos celestes, está claro que yo salí al sodero. Mi vieja era de familia de músicos y bohemios. Mi viejo era un tipo de izquierda y mi vieja peronista. Así que yo salí un peronista de izquierda.



—¿Estuviste relatando a las selecciones Sub 17 y Sub 20. ¿Qué evaluación hacés del desempeño que tuvieron?



—Siento que tengo que ser prudente con los chicos porque no tienen nada que ver. Ellos son responsables pero no culpables. Su responsabilidad pasa por no involucrarse en conocer a los rivales, por estar prendidos al celular o mirando Netflix en vez de empaparse con partidos de fútbol. Pero la culpa es de los tipos que no les permitieron tener una organización más adecuada, que no le eligieron al técnico con el tiempo suficiente para que se pudiera trabajar. Hay un descontrol total en AFA, no hay estructura. Yo creía que habíamos tocado fondo pero en Argentina nunca sabemos cuál es el fondo. El argentino tiene una gran capacidad para destrozar todo lo que está bien. Central quería ascender en un año, cuando el club era un caos. El caso de Newell's es igual: Mirá que era difícil destruir por completo las inferiores de Newell's que había armado Jorge Griffa, y sin embargo las hicieron mierda. Somos así: Pekerman labura bien, y lo mandamos a Colombia para que no vuelva. En definitiva, si alguien quiere hacer mierda algo, llamen a un argentino.



—¿Y por qué creés que llegamos a esto?



 —Porque le damos importancia a lo que no lo tiene, porque tenemos los valores trastocados. Cómo es posible que el ministro de Trabajo atienda antes, y con urgencia, a los gremialistas del fútbol y no atienda a los docentes. Por eso nos va como nos va.



—¿Cómo hacés para comunicar, desde tu lugar, que el fútbol no es tan dramático ni tan importante?



—Encontré en “La Pelota no se Pincha” un lugar para desacralizarlo. Nosotros hacemos humor pero las formas también bajan línea. Capusotto baja más línea que cualquier señor formal con traje detrás de un escritorio. Además, los propios dirigentes del fútbol son los que nos muestran todos los días que no son serios; por qué lo seríamos nosotros. Entonces no me interesa hablar con ellos. Y en vez de hacer una tira deportiva -que me tienen cansado- decidimos hacer este programa. Nos costó una eternidad instalar que había que reírse con Newell's y con Central. Los hinchas rosarinos son fundamentalistas. Hace mucho tiempo me volvía loco por transmitir un clásico rosarino, y ahora no quiero. No tengo ganas de que me agredan gratuitamente. No maté a nadie, no agredí a nadie, no le hice mal a nadie. Entonces por qué me tengo que comer miles de puteadas. Si yo relato un partido, no decido sobre la vida de los clubes, digo quien tiene la pelota y por donde corre, nada más. Me hiere mucho que pase eso.



 —¿Y eso contribuyó a que trabajes en Buenos Aires?



 —No, simplemente laburo en Buenos Aires porque me convocaron y porque amo hacer lo que hago. Nunca me llamaron de una radio de Rosario para relatar acá, por eso no laburo acá. Y en Torneos me dieron el lugar que siempre desee. Yo vi pasar el quilombo con la FIFA, con el Fútbol Para Todos, pero yo soy un laburante y no decido nada de lo que pase o deje de pasar. Hubo un momento en el que la opinión pública estaba en contra de Torneos y la gente nos acusaba. Los propios periodistas nos acusaban, sin saber que había gente que pensaba más parecido a ellos de lo que suponían. La primera transmisión que Futbol Para Todos hizo con producción de Torneos algunos compañeros nos volvieron locos. Cuando terminó el partido pedí hablar con el productor de La Corte (la empresa a cargo de FPT), para decirle que yo pertenecía a Torneos pero que era un laburante igual que él. Y le dije: "cuando arreglen los generales te pegan un voleo a vos o me lo pegan a mí, nosotros no decidimos nada". Si por lo menos me hubiera preguntado, le hubiera dicho que yo coincidía con algunas ideas que sostenía él. Yo estuve a favor de la ley de medios y se las imprimía a mis compañeros y le pedía que la leyeran en la empresa. Era una gran oportunidad, no era una ley K; era una ley pensada por gente que sabía de comunicación y no por funcionarios. Hubo gente que se puso contenta cuando se incendió el canal. Había 800 familias que dependían de ese laburo. ¿Vos te pensás que los que laburamos ahí estamos contentos de tener al FBI adentro por el quilombo de la FIFA? Yo ni a mi peor enemigo le deseo que se quede sin laburo.



—¿Qué pensás de los medios de Rosario?



—Tenemos un atraso de 50 años. Se hace siempre lo mismo. Acá también la ley de medios fue menospreciada. Esa ley podía ponerle fin a algunas cosas con la que lucho desde hace mucho tiempo: que se le pague bien al periodista, que deje de vender publicidad, que dejen de patear la calle. Acá no laburan los mejores periodistas sino los que venden más publicidad, que es algo que no tiene nada que ver con el periodismo. Nuestro problema es que no estamos colegiados, que no tenemos unidad entre nosotros; de locutor no labura cualquiera pero de periodista sí.



—¿Y qué le decís a tus alumnos de periodismo?



 —Yo siento que me respetan por decirles siempre la verdad. Una vez Alejandro Fabbri me dijo "la credibilidad es como la virginidad, se pierde una sola vez". Trato de formar a tipos para que modifiquen estas estructuras. Bueno, tan bien no los he formado porque no se ha modificado nada.

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