Newell’s no consigue separarse dentro de la
cancha de lo que le pasa afuera. Por más énfasis que ponga su técnico en evitar
hablar de las dificultades institucionales, el equipo muestra las carencias
hijas de las decisiones tomadas en las oficinas. Además, la presencia de la
justicia en el corazón del club potencia las sospechas de irregularidades en la
administración.
Alejandro Mangiaterra | Cruz del Sur
Newell’s sigue sin ganar en la era de Juan
Manuel Llop. El empate inicial ante Unión y la derrota reciente ante Huracán,
sumado a la caída en Santa Fe ante Godoy Cruz por Copa Argentina, conforman un
panorama sombrío que no se vincula estrictamente con lo deportivo, el aditamento
son las dificultades institucionales, de las cuales resulta casi imposible
escapar, aunque el Chocho señale cada vez que puede que se mantiene al margen
de ellas.
De todos modos, lo que subyace cada vez que
Newell’s sale a la cancha es la pérdida de jerarquía respecto del plantel
anterior y eso es producto de la coyuntura del club aunque Llop crea que se
encuentra a salvo alejándose de la zona de las discusiones.
No se trata solamente de la ausencia de
Maxi Rodríguez, Scocco y Formica, que son la punta del iceberg. Debajo de lo
obvio hubo y hay un montón de decisiones que afectaron o condicionaron el
armado de su plantel. La salida de Joel Amoroso, desprolija y sin explicación
oficial, es el último de los ejemplos de estos condicionamientos.
Llop contó con él durante toda la
pretemporada, jugó el primero partido y no volvió. Las circunstancias hicieron
que metiera mano en las inferiores y encontrara a un chico como Joaquín Torres,
quien se ha convertido en la nueva joya del club habiendo jugado 180 minutos.
Resulta todo un signo de estos tiempos que el equipo tenga que sostenerse en la
aparición de un chico de 17 años. Con lo cual, es extraño escucharle decir al
técnico, cada vez que puede, que prefiere no meterse en esos conflictos.
Es real que el entrenador está para otra
cosa, para lograr encaminar un equipo que está en formación y que tiene
múltiples dificultades. Llop debe construir con los elementos que tiene, no
puede moldear un equipo con elementos con los que no cuenta. De cualquier
manera, es evidente que las decisiones dirigenciales sí afectan al equipo.
Tanto lo afectan que tuvo que llevar a la
concentración del último juego a un joven de 17 años que todavía no pasó por la
reserva. Esas decisiones, que exceden a Llop y de las cuales el DT prefiere no
hablar, forman parte de una cadena que va en contra de su propio trabajo,
porque no solo ya no están los referentes sino que se fueron hasta los jóvenes
que podrían haber tenido otro espacio en un equipo disminuido en números.
Esos son los casos de Tissera, Fydriszewski
y Lisandro Martínez, por ejemplo. Paralelamente, quedarán las discusiones sobre
el modo en el que salieron, si los préstamos o las ventas tuvieron consonancia
con el valor real de los futbolistas o sí la necesidad y urgencia del club
hicieron que las salidas sean la única opción para generar un poco de aire en
la economía. Aquí sería necesaria la palabra oficial, como en tantos otros
casos.
Dos
caras opuestas en el mismo sillón
Esta versión de Llop recuerda, por
oposición, lo que fueron los últimos meses de la gestión de Diego Osella al
frente del equipo. El ex entrenador entendía que todas y cada una de las
decisiones que se tomaran fuera del campo repercutirían en el vestuario y por
consecuencia en el césped.
Durante un tiempo, el maquillaje que
propiciaba un plantel con más jerarquía y con valores individuales importantes,
logró disimular las imperfecciones pero en el último tramo fue imposible que no
se vieran. El partido contra Independiente, el clásico y ante Boca dejaron en
evidencia las dificultades del equipo y de la institución.
Aquellas conferencias de prensa de Diego
Osella en las que sus quejas se habían tornado habituales en cada charla con
los periodistas hoy tienen un escenario diferente. Juan Manuel Llop se muestra
más indulgente, menos confrontativo, consciente de que para mantenerse en ese
sitio debe tratar de navegar por aguas mansas, pero no advierte que esas
dificultades afectarán al equipo aún sin querer formar parte de esa coyuntura.
“Él que se dedique a hablar de fútbol. No
tiene que hablar en absoluto de la Comisión Directiva”, decía Bermúdez sobre
Osella. Llop parece haberlo escuchado.
La
presencia de la justicia
El periodista Alejo Diz escribió, a modo de
adelanto, en Rosario 12 que el juez Hernán Bellizia le informó al presidente
Eduardo Bermúdez su decisión de avanzar sobre el control de las cuentas de la
entidad como consecuencia del escándalo que estalló entre directivos y
Futbolistas Argentinos Agremiados por el pago de la deuda a los jugadores.
Bellizia no solamente citó a Sergio Marchi,
titular del gremio, quien no asistió al encuentro; sino que también se reunió
con Eduardo Bermúdez y con algunos referentes de la dirigencia. Los resultados
de esas reuniones resultaron tan improductivos que decidió involucrarse aún
más.
Si bien en el club prefieren no utilizar el
término “intervención judicial” los eufemismos que se esgriman no parecen
diferenciarse demasiado de lo que realmente ocurre en la institución. Bellizia
no encuentra en los dirigentes rojinegros las respuestas que busca ni mucho
menos los documentos que certifiquen los movimientos financieros del club.
El detonante fue la inconsistencia de los
datos que se proporcionaron respecto de los 25 millones de pesos que tuvo que
pagar el club a Agremiados para que el equipo arrancara el campeonato. La
sospecha de que intervino una financiera y de que el préstamo haya sido en
negro potencia la decisión del juez de intervenir más fuertemente en las
decisiones que se toman en el club.
Esta etapa del club será recordada, cuando
pase el temblor, por las desprolijidades y las casi nulas explicaciones: pagos
sobre los cuales no puede acreditarse su procedencia, futbolistas que quedan
libres por falta de pago, jugadores cedidos a préstamo sin cargo mientras que
los que la entidad contrata sí los tienen, incorporaciones que firman contratos
sin valor legal y se van; refuerzos que entrenan durante toda la pretemporada,
no pueden ser utilizados y son devueltos al club de origen; entre otros
episodios.
Mientras tanto, el equipo juega y trata de
reconstruirse. Necesita que el fútbol le de aire a la institución, es decir,
necesita ganar. La pregunta es cómo se hace en este contexto. Su técnico
prefiere separase de los conflictos para no intoxicarse. Lo que queda claro es
que en Newell’s nadie está al margen de las dificultades por más que se aísle.
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