miércoles, 13 de septiembre de 2017

Jugar en tiempos revueltos



Newell’s no consigue separarse dentro de la cancha de lo que le pasa afuera. Por más énfasis que ponga su técnico en evitar hablar de las dificultades institucionales, el equipo muestra las carencias hijas de las decisiones tomadas en las oficinas. Además, la presencia de la justicia en el corazón del club potencia las sospechas de irregularidades en la administración.


Alejandro Mangiaterra | Cruz del Sur

 
Newell’s sigue sin ganar en la era de Juan Manuel Llop. El empate inicial ante Unión y la derrota reciente ante Huracán, sumado a la caída en Santa Fe ante Godoy Cruz por Copa Argentina, conforman un panorama sombrío que no se vincula estrictamente con lo deportivo, el aditamento son las dificultades institucionales, de las cuales resulta casi imposible escapar, aunque el Chocho señale cada vez que puede que se mantiene al margen de ellas.


De todos modos, lo que subyace cada vez que Newell’s sale a la cancha es la pérdida de jerarquía respecto del plantel anterior y eso es producto de la coyuntura del club aunque Llop crea que se encuentra a salvo alejándose de la zona de las discusiones.

No se trata solamente de la ausencia de Maxi Rodríguez, Scocco y Formica, que son la punta del iceberg. Debajo de lo obvio hubo y hay un montón de decisiones que afectaron o condicionaron el armado de su plantel. La salida de Joel Amoroso, desprolija y sin explicación oficial, es el último de los ejemplos de estos condicionamientos.

Llop contó con él durante toda la pretemporada, jugó el primero partido y no volvió. Las circunstancias hicieron que metiera mano en las inferiores y encontrara a un chico como Joaquín Torres, quien se ha convertido en la nueva joya del club habiendo jugado 180 minutos. Resulta todo un signo de estos tiempos que el equipo tenga que sostenerse en la aparición de un chico de 17 años. Con lo cual, es extraño escucharle decir al técnico, cada vez que puede, que prefiere no meterse en esos conflictos.

Es real que el entrenador está para otra cosa, para lograr encaminar un equipo que está en formación y que tiene múltiples dificultades. Llop debe construir con los elementos que tiene, no puede moldear un equipo con elementos con los que no cuenta. De cualquier manera, es evidente que las decisiones dirigenciales sí afectan al equipo.

Tanto lo afectan que tuvo que llevar a la concentración del último juego a un joven de 17 años que todavía no pasó por la reserva. Esas decisiones, que exceden a Llop y de las cuales el DT prefiere no hablar, forman parte de una cadena que va en contra de su propio trabajo, porque no solo ya no están los referentes sino que se fueron hasta los jóvenes que podrían haber tenido otro espacio en un equipo disminuido en números.

Esos son los casos de Tissera, Fydriszewski y Lisandro Martínez, por ejemplo. Paralelamente, quedarán las discusiones sobre el modo en el que salieron, si los préstamos o las ventas tuvieron consonancia con el valor real de los futbolistas o sí la necesidad y urgencia del club hicieron que las salidas sean la única opción para generar un poco de aire en la economía. Aquí sería necesaria la palabra oficial, como en tantos otros casos.  

Dos caras opuestas en el mismo sillón

Esta versión de Llop recuerda, por oposición, lo que fueron los últimos meses de la gestión de Diego Osella al frente del equipo. El ex entrenador entendía que todas y cada una de las decisiones que se tomaran fuera del campo repercutirían en el vestuario y por consecuencia en el césped.

Durante un tiempo, el maquillaje que propiciaba un plantel con más jerarquía y con valores individuales importantes, logró disimular las imperfecciones pero en el último tramo fue imposible que no se vieran. El partido contra Independiente, el clásico y ante Boca dejaron en evidencia las dificultades del equipo y de la institución.

Aquellas conferencias de prensa de Diego Osella en las que sus quejas se habían tornado habituales en cada charla con los periodistas hoy tienen un escenario diferente. Juan Manuel Llop se muestra más indulgente, menos confrontativo, consciente de que para mantenerse en ese sitio debe tratar de navegar por aguas mansas, pero no advierte que esas dificultades afectarán al equipo aún sin querer formar parte de esa coyuntura.

“Él que se dedique a hablar de fútbol. No tiene que hablar en absoluto de la Comisión Directiva”, decía Bermúdez sobre Osella. Llop parece haberlo escuchado.

La presencia de la justicia

El periodista Alejo Diz escribió, a modo de adelanto, en Rosario 12 que el juez Hernán Bellizia le informó al presidente Eduardo Bermúdez su decisión de avanzar sobre el control de las cuentas de la entidad como consecuencia del escándalo que estalló entre directivos y Futbolistas Argentinos Agremiados por el pago de la deuda a los jugadores.

Bellizia no solamente citó a Sergio Marchi, titular del gremio, quien no asistió al encuentro; sino que también se reunió con Eduardo Bermúdez y con algunos referentes de la dirigencia. Los resultados de esas reuniones resultaron tan improductivos que decidió involucrarse aún más.

Si bien en el club prefieren no utilizar el término “intervención judicial” los eufemismos que se esgriman no parecen diferenciarse demasiado de lo que realmente ocurre en la institución. Bellizia no encuentra en los dirigentes rojinegros las respuestas que busca ni mucho menos los documentos que certifiquen los movimientos financieros del club.

El detonante fue la inconsistencia de los datos que se proporcionaron respecto de los 25 millones de pesos que tuvo que pagar el club a Agremiados para que el equipo arrancara el campeonato. La sospecha de que intervino una financiera y de que el préstamo haya sido en negro potencia la decisión del juez de intervenir más fuertemente en las decisiones que se toman en el club.

Esta etapa del club será recordada, cuando pase el temblor, por las desprolijidades y las casi nulas explicaciones: pagos sobre los cuales no puede acreditarse su procedencia, futbolistas que quedan libres por falta de pago, jugadores cedidos a préstamo sin cargo mientras que los que la entidad contrata sí los tienen, incorporaciones que firman contratos sin valor legal y se van; refuerzos que entrenan durante toda la pretemporada, no pueden ser utilizados y son devueltos al club de origen; entre otros episodios.

Mientras tanto, el equipo juega y trata de reconstruirse. Necesita que el fútbol le de aire a la institución, es decir, necesita ganar. La pregunta es cómo se hace en este contexto. Su técnico prefiere separase de los conflictos para no intoxicarse. Lo que queda claro es que en Newell’s nadie está al margen de las dificultades por más que se aísle.

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